El boom
latinoamericano se caracteriza por poner “patas arriba” todo el panorama
literario y artístico no sólo de la América hispanohablante, sino a todo el
mundo por la genialidad de sus quehaceres. Aunque no se considera un movimiento
en sí mismo, podríamos decir que es toda una amalgama de escritores de sur y
centro América incluyendo México, que con una libertad inusitada deciden acoger
lo que les interesa de cada movimiento literario, es decir, adoptan elementos
propios del naturalismo, del realismo, de los ismos, del romanticismo, etc., y
hacen un sincretismo real y amalgamado como antes nunca leído, una verdadera
“fusión”. Esto que parece que se ha descubierto hace poco, es, en realidad,
algo que ya descubrieron Jorge Luis Borges, Miguel Ángel Asturias, Pablo
Neruda, Alejo Carpentier, Octavio Paz, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Gabriel García
Márquez, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, junto a algunos otros como Usigli,
Bloch o Castellanos que forman parte de este llamado boom conforman el grupo
que revoluciona la literatura del siglo XX y a los escritores del siglo XXI.
Siempre se ha
dicho que el “boom latinoamericano” se debe a la sorpresa del mundo por el
descubrimiento de tan genuinos y geniales escritores, pero también se debe esta
onomástica bautismal al hecho de que ellos mismos se descubrieron como algo
nuevo, como una especie de conciencia de clase de escritores geniales y
totalmente nuevos.
A Borges le debemos el nacimiento del
realismo mágico, esa especie de realidad en la fantasía más abisal, así como la
arquitectura de las palabras con la carga semántica más poderosa; a Miguel Ángel Asturias se le debe la
manera de narrar más pura del continente, de una crueldad verdadera, sin
tapujos, una realidad que huele, que se saborea, que da calor o frío, se ven
los colores y el lector se mete en la narrativa de este genio, su obra es
hiperrealista y dolorosa. A Pablo Neruda
le debemos los mejores poemas de amor, sus poemas son cantarines y
sinestésicos, quizá es el mejor poeta del sigo XX. A Carpentier le debemos el habernos enseñado a escuchar la prosa y la
poesía, en sus obras las palabras cantan y bailan; a Paz le debemos la exquisita poesía y su excelso tratamiento
semántico. A Cortázar le debemos el
descubrimiento de esa realidad alternativa que se puede crear simplemente con
significantes que están preñados de tantos significados como la mente de cada
lector le permita imaginar en esa bellísima prosa poética, se me viene a la
cabeza esas gotas con vida propia, unas heroínas y otras suicidas, en su Historia de cronopios y famas. A Rulfo le debemos la invención del
realismo mágico más moderado, no tan salvaje y deformante de la realidad como
el de García Márquez. Seguimos el viaje en esta especie de agujero de gusano
literario y nos topamos con García
Márquez y su perfeccionamiento del realismo mágico que puso en marcha Borges,
pero este realismo mágico es deformante de la realidad al máximo, en Macondo la
familia Buendía vive eternidades. Con Fuentes
encontramos la realidad social denunciada en sus obras y, para terminar, nos
referiremos a Vargas Llosa y su
personalísima prosa, su uso de las reglas ortográficas y gramaticales en
función de su creación.
En fin, cabría
escribir sobre el “boom latinoamericano” eternidades, llenaríamos de grafemas
muchas hojas, de hecho, se hacen monografías sobre este tema habitualmente y se
estaría horas comentando lo que aporta cada uno de los artistas que conforman
esta amalgama. Lo que sí está claro es que todos comparten algo que los une en
este grupo, todos renovaron de manera exquisita, delicada y elegante la
literatura, unos lo hicieron en poesía, otros en prosa, otros en teatro y
algunos en casi todo. Lo que está claro es que fueron renovadores inteligentes
y audaces de la literatura de la segunda mitad del siglo XX y su legado
técnico, narrativo, lingüístico, etc., influye en los nuevos escritores.
2
El cuento “A
la deriva” de Quiroga es brutal, describe a una naturaleza implacable que
acecha al ser humano porque éste invade su trritorio. La mordedura de la
serpiente se “pinta” en este cuento como algo inexorable en la vida del ser
humano que vive en la selva. El río, el sol, la tierra parecen conspirar contra
Paulino, el protagonista de este cuento. Además, excepto su mujer, Dorotea, no
cuenta con nadie y está aislado tanto geográficamente de la civilización. El
estilo es directo, realista, cruel, coloquial y con abundante adjetivación.
Genera agobio y estrés en el lector. El desenlace de da en la última línea del
cuento, es decir, estira magistralmente el clímax del cuento hasta,
literalmente, el final. La utilización de adjetivos como “atroz”, “monstruosa”,
“sombría”, “deforme”, etc., crean la imagen de la imposible huida y la irremediable
muerte.
Respecto al
tiempo del cuento señalamos que es lineal, rápido, fugaz, cuenta un argumento
que en el tiempo cronológico son unas pocas horas, pero el tiempo de la trama
es expeditivo, la fábula respecto a la trama sufre un desajuste, algo que le
imprime mucha más velocidad al relato. Casi la totalidad de los verbos están
conjugados en la tercera persona del singular del pretérito perfecto simple o
indefinido del modo indicativo, es decir, son acciones perfectivas que generan
velocidad y dinamismo a los acontecimientos que se dan en el relato. Hay, pocos
verbos conjugados en la tercera persona del singular del pretérito imperfecto
de indicativo que crea acciones no perfectivas, esto es, que siguen activas, en
proceso de realización, crean la sensación de un pasado un poco más presente,
un pasado continuo, además, se da en los verbos “sentir”, “mover”,
“desaparecer”, “sucederse” algo que provoca angustia en el lector porque da la
sensación de que dura mucho. Genera una sensación de que el tiempo se agota y
de que la salvación es cada vez más lejana, hasta que se torna imposible.
En cuanto a la
ambientación está claro que se utiliza el lugar hostil y casi invivible que no
es otro que la selva. La selva es un personaje colectivo que opera en contra del
protagonista. Es un ambiente invadido por el ser humano que aquella intenta
recuperar atacando al intruso.
Respecto a los
personajes, Quiroga utiliza a pocos, a los imprescindibles, lo que da el efecto
de soledad. Los personajes son el protagonista, Paulino, que es el sujeto del
cuento; su mujer, Dorotea; la víbora, que es la antagonista, y la selva con el
río, la tierra, el sol, etc., como personaje colectivo, que también actúan como
antagonistas.
Referente al
significado, es claro que el escritor quiere establecer el peligro que la
naturaleza salvaje supone para el ser humano, la naturaleza funciona como el
destino en el mito griego, es inexorable y es la responsable de que el
protagonista sucumba a ésta, tal y como trabajaba el destino contra el héroe
griego. Además, la recurrente obsesión de Quiroga respecto a la muerte
accidental se manifiesta en este impresionante cuento. La incapacidad de
salvación del ser humano contra fuerzas más poderosas es lo que se impone en
este relato.
Así pues,
queda claro que nuestro Paulino muere por la picadura de la víbora que vive de
forma natural en su selva y ésta es violentada, usurpada y violada por el
hombre. Es un cuento interesante desde el punto de vista narrativo y la
utilización del lenguaje, de la gramática, del léxico, etc., lo convierte es un
muy buen cuento cuyas características son las propias de este género narrativo.
La historia
deja un sabor amargo en el lector, quien estaba esperando la salvación del
protagonista, sobre todo por la supuesta recuperación fugaz por la desaparición
del veneno, giro que no es más que un espejismo, probablemente del narrador,
que realmente no sabe lo que ocurre hasta que ocurre, es un narrador
omnisciente neutro.
Bibliografía
Jiménez Gaona, Á. D. (2017). Literatura Ecuatoriana
II. Texto-guía (Segunda ed.). Loja, Ecuador: Universidad Técnica
Particular de Loja.
Oseguera de Chávez, E.
L. (2000). Historia de la literatura latinoamericana. México: Adison
Wesley Longman de México, S.A. de C.V.
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