martes, 17 de julio de 2018

Boom y un cuento: “A la deriva” de Quiroga





El boom latinoamericano se caracteriza por poner “patas arriba” todo el panorama literario y artístico no sólo de la América hispanohablante, sino a todo el mundo por la genialidad de sus quehaceres. Aunque no se considera un movimiento en sí mismo, podríamos decir que es toda una amalgama de escritores de sur y centro América incluyendo México, que con una libertad inusitada deciden acoger lo que les interesa de cada movimiento literario, es decir, adoptan elementos propios del naturalismo, del realismo, de los ismos, del romanticismo, etc., y hacen un sincretismo real y amalgamado como antes nunca leído, una verdadera “fusión”. Esto que parece que se ha descubierto hace poco, es, en realidad, algo que ya descubrieron Jorge Luis Borges, Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda, Alejo Carpentier, Octavio Paz, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, junto a algunos otros como Usigli, Bloch o Castellanos que forman parte de este llamado boom conforman el grupo que revoluciona la literatura del siglo XX y a los escritores del siglo XXI.
Siempre se ha dicho que el “boom latinoamericano” se debe a la sorpresa del mundo por el descubrimiento de tan genuinos y geniales escritores, pero también se debe esta onomástica bautismal al hecho de que ellos mismos se descubrieron como algo nuevo, como una especie de conciencia de clase de escritores geniales y totalmente nuevos.
A Borges le debemos el nacimiento del realismo mágico, esa especie de realidad en la fantasía más abisal, así como la arquitectura de las palabras con la carga semántica más poderosa; a Miguel Ángel Asturias se le debe la manera de narrar más pura del continente, de una crueldad verdadera, sin tapujos, una realidad que huele, que se saborea, que da calor o frío, se ven los colores y el lector se mete en la narrativa de este genio, su obra es hiperrealista y dolorosa. A Pablo Neruda le debemos los mejores poemas de amor, sus poemas son cantarines y sinestésicos, quizá es el mejor poeta del sigo XX. A Carpentier le debemos el habernos enseñado a escuchar la prosa y la poesía, en sus obras las palabras cantan y bailan; a Paz le debemos la exquisita poesía y su excelso tratamiento semántico. A Cortázar le debemos el descubrimiento de esa realidad alternativa que se puede crear simplemente con significantes que están preñados de tantos significados como la mente de cada lector le permita imaginar en esa bellísima prosa poética, se me viene a la cabeza esas gotas con vida propia, unas heroínas y otras suicidas, en su Historia de cronopios y famas. A Rulfo le debemos la invención del realismo mágico más moderado, no tan salvaje y deformante de la realidad como el de García Márquez. Seguimos el viaje en esta especie de agujero de gusano literario y nos topamos con García Márquez y su perfeccionamiento del realismo mágico que puso en marcha Borges, pero este realismo mágico es deformante de la realidad al máximo, en Macondo la familia Buendía vive eternidades. Con Fuentes encontramos la realidad social denunciada en sus obras y, para terminar, nos referiremos a Vargas Llosa y su personalísima prosa, su uso de las reglas ortográficas y gramaticales en función de su creación.
En fin, cabría escribir sobre el “boom latinoamericano” eternidades, llenaríamos de grafemas muchas hojas, de hecho, se hacen monografías sobre este tema habitualmente y se estaría horas comentando lo que aporta cada uno de los artistas que conforman esta amalgama. Lo que sí está claro es que todos comparten algo que los une en este grupo, todos renovaron de manera exquisita, delicada y elegante la literatura, unos lo hicieron en poesía, otros en prosa, otros en teatro y algunos en casi todo. Lo que está claro es que fueron renovadores inteligentes y audaces de la literatura de la segunda mitad del siglo XX y su legado técnico, narrativo, lingüístico, etc., influye en los nuevos escritores.

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El cuento “A la deriva” de Quiroga es brutal, describe a una naturaleza implacable que acecha al ser humano porque éste invade su trritorio. La mordedura de la serpiente se “pinta” en este cuento como algo inexorable en la vida del ser humano que vive en la selva. El río, el sol, la tierra parecen conspirar contra Paulino, el protagonista de este cuento. Además, excepto su mujer, Dorotea, no cuenta con nadie y está aislado tanto geográficamente de la civilización. El estilo es directo, realista, cruel, coloquial y con abundante adjetivación. Genera agobio y estrés en el lector. El desenlace de da en la última línea del cuento, es decir, estira magistralmente el clímax del cuento hasta, literalmente, el final. La utilización de adjetivos como “atroz”, “monstruosa”, “sombría”, “deforme”, etc., crean la imagen de la imposible huida y la irremediable muerte.
Respecto al tiempo del cuento señalamos que es lineal, rápido, fugaz, cuenta un argumento que en el tiempo cronológico son unas pocas horas, pero el tiempo de la trama es expeditivo, la fábula respecto a la trama sufre un desajuste, algo que le imprime mucha más velocidad al relato. Casi la totalidad de los verbos están conjugados en la tercera persona del singular del pretérito perfecto simple o indefinido del modo indicativo, es decir, son acciones perfectivas que generan velocidad y dinamismo a los acontecimientos que se dan en el relato. Hay, pocos verbos conjugados en la tercera persona del singular del pretérito imperfecto de indicativo que crea acciones no perfectivas, esto es, que siguen activas, en proceso de realización, crean la sensación de un pasado un poco más presente, un pasado continuo, además, se da en los verbos “sentir”, “mover”, “desaparecer”, “sucederse” algo que provoca angustia en el lector porque da la sensación de que dura mucho. Genera una sensación de que el tiempo se agota y de que la salvación es cada vez más lejana, hasta que se torna imposible.
En cuanto a la ambientación está claro que se utiliza el lugar hostil y casi invivible que no es otro que la selva. La selva es un personaje colectivo que opera en contra del protagonista. Es un ambiente invadido por el ser humano que aquella intenta recuperar atacando al intruso.
Respecto a los personajes, Quiroga utiliza a pocos, a los imprescindibles, lo que da el efecto de soledad. Los personajes son el protagonista, Paulino, que es el sujeto del cuento; su mujer, Dorotea; la víbora, que es la antagonista, y la selva con el río, la tierra, el sol, etc., como personaje colectivo, que también actúan como antagonistas.
Referente al significado, es claro que el escritor quiere establecer el peligro que la naturaleza salvaje supone para el ser humano, la naturaleza funciona como el destino en el mito griego, es inexorable y es la responsable de que el protagonista sucumba a ésta, tal y como trabajaba el destino contra el héroe griego. Además, la recurrente obsesión de Quiroga respecto a la muerte accidental se manifiesta en este impresionante cuento. La incapacidad de salvación del ser humano contra fuerzas más poderosas es lo que se impone en este relato.
Así pues, queda claro que nuestro Paulino muere por la picadura de la víbora que vive de forma natural en su selva y ésta es violentada, usurpada y violada por el hombre. Es un cuento interesante desde el punto de vista narrativo y la utilización del lenguaje, de la gramática, del léxico, etc., lo convierte es un muy buen cuento cuyas características son las propias de este género narrativo.
La historia deja un sabor amargo en el lector, quien estaba esperando la salvación del protagonista, sobre todo por la supuesta recuperación fugaz por la desaparición del veneno, giro que no es más que un espejismo, probablemente del narrador, que realmente no sabe lo que ocurre hasta que ocurre, es un narrador omnisciente neutro.

Bibliografía
Jiménez Gaona, Á. D. (2017). Literatura Ecuatoriana II. Texto-guía (Segunda ed.). Loja, Ecuador: Universidad Técnica Particular de Loja.
Oseguera de Chávez, E. L. (2000). Historia de la literatura latinoamericana. México: Adison Wesley Longman de México, S.A. de C.V.



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