Los muchachos, los sanates y el loro
Un sanate hace su nido con amor. Utiliza materiales
robustos, viejos y bastos para el armazón y delicados para el nido. Este amor
se opone a la sinrazón de un niño malcriado que por burlarse a propósito de la
religión católica destruye el nido y hace que los huevitos re rompan. Los demás
sanates, que estaban viendo la escena de lo ocurrido, le reclaman al muchacho
el acto impío, malintencionado, doloroso y destructor que ha cometido y le
amenazan con el castigo divino que le ha de llegar, pero uno de los sanates,
venido a más y con bastante soberbia y menos empatía, les dice a todos los
sanates que los materiales de los que estaba construido el nido (muchos de
ellos religiosos) eran demasiado dignos para una labor tan poco elevada como
empollar huevos; este “sabio” sanate les advierte a los otros sanates que él se
lo dice por su bien, sin acritud. La moraleja es que muchas veces y a costa de
la religión defendemos nuestros intereses particulares egoístamente, aunque
ésta debería ser siempre usada de forma moral y ética para la defensa del bien
de todos.
Un sanate hace su nido con amor, con materiales robustos,
viejos y bastos para el armazón y delicados para el nido, pero un muchacho
malcriado por burlarse de la religión católica ataca el nido y termina
destrozando el nido y rompiendo los huevos que con tanto amor empollaba la mamá.
Los sanates que veían la escena le reclaman al muchacho por el acto impío,
doloroso y destructor que ha cometido, advirtiéndole del castigo divino que le
ha de llegar por lo que ha hecho. Otro sanate, venido a más, soberbio y
"sabio" les dice a los otros sanates que los materiales con los que
se construyó el nido no son dignos para una labor tan poco elevada como
empollar y, además, les advierte que él se lo dice por su bien. La moraleja es
que muchas veces utilizamos la religión y defendemos nuestros intereses
particulares egoístamente para justificar nuestros actos, aunque siempre la
religión debería ser "usada" para el bien de todos, sin excepción.
¿Por qué a Teresa de Jesús Cepeda y Fuentes no se la valoró oportunamente?
No se le consideró de la forma que se debía haber hecho en
su momento porque hasta 1959, momento en el que el padre Aurelio Espinosa Pólit
publica en un periódico de tirada nacional, El Comercio, un artículo en el que
da a conoces que la primera representante de la lírica en la literatura netamente
ecuatoriana es una mujer, la monja Teresa de Jesús Cepeda y Fuentes.
Probablemente no se reconoció este primer puesto en la primacía de la lírica
ecuatoriana porque fue una mujer, y pasó desapercibida en un hombre de hombres
y para hombres. Además, sus versos eran naturales y no encorsetados, sin
medidas métricas estrictas. Ella escribió en un momento de la historia de la
literatura en la que las producciones líricas se valoraban muchas veces en
función de la forma, cuanto más rebuscada era el poema mejor. Murió ya en el S.
XVII, momento de auge del Barroco, movimiento que apreciaba lo difícil, el
culto al concepto, lo culto en exceso, lo inaccesible y lo rebuscado.
No se le reconoció como se debía porque hasta 1959, año en
el que el padre Aurelio Espinosa Pólit publicó en un periódico de tirada
nacional la noticia de que la primera representante de la lírica ecuatoriana
fue una mujer, una monja, Teresa de Jesús Cepeda y Fuentes.
Son varias los razones las que pueden explicar este hecho:
Fue mujer, en un mundo de hombre y para hombres.
Su poesía era natural, no encorsetada, sin medidas métricas
estrictas.
Escribió en un período de la historia de la literatura en la
que el gusto en la poesía lírica era mucho más estricto, encorsetado,
inaccesible y rebuscado. Murió ya en el S. XVII, momento en el que ya estaba
asomando el Barroco y sus vertientes cultas y conceptuales, por lo tanto, esto
pudo influir en que no se la considerara como primera representante de la
poesía lírica ecuatoriana.
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