"Sandwich"
“Sándwich” es un cuento que pertenece a un libro de cuentos
llamado Taza de té, publicado en
1932, del genial Humberto Salvador Guerra. Como sabemos Salvador Guerra es un
icono poco conocido de la Vanguardia ecuatoriana y es, también, un integrante
de la generación del 30, recordemos que esta generación desarrolla y explota el
realismo social, el indigenismo y el criollismo. H. Salvador G. da vida a un
realismo mucho más cruel, salvaje, abiertamente creativo y casi impresionista.
Él es un constructor de personajes “raros”; huye del realismo minucioso que
refleja la sociedad fielmente, y se encuadra, más bien, en ese realismo
abierto, tal y como lo hiciera Palacio. Conocedor del alma humana y generador
de metáforas de alto nivel, como lo demuestra en este cuento. Innova y pone
patas arriba la narrativa ecuatoriana de la década de 1930.
El tema de este impresionante cuento es la incomprensión por
parte de la sociedad moderna, enmarañada de bienes materiales superficiales y
ciega respecto a la vida del artista, del poeta, que vive por el arte y
encomienda su vida a éste, entendido como esencia del ser humano
Como sabemos es un cuento y tiene la estructura básica de
este subgénero narrativo, es pues sabido que tiene planteamiento, nudo o
desarrollo, punto climático o clímax y desenlace. Tiene personajes, tiempo,
espacio, narrador, acontecimientos, etc. La estructura de este relato es la
siguiente:
·
La primera: desde el comienzo del cuento y hasta
el párrafo que dice así: “No faltó un músico callejero que pusiera música a sus
estrofas ….. Y los poemas se transformaron en <<pasillos>>”
·
La segunda: desde “Las diez de la noche.” y
hasta “[…] de su alma inyectados en sus pobres canciones.”.
·
La tercera: desde “Pasaron en verdad. / Poeta
desaparecido en la ciudad, extraña, misteriosamente, sin Que nadie supiera
adónde había ido.” y hasta “-Luego…, después….”
·
La cuarta: desde “Por fin, un estudiante de
medicina aclaró para mí el misterio.” y hasta el final de cuento.
La primera parte del cuento coincide con el planteamiento.
En ésta, H. Salvador Guerra presenta al personaje principal del cuento, el
vagabundo poeta, mediante la etopeya y la prosopografía para hacer un detallado
retrato de éste. El narrador (Yo-testigo, Yo-protagonista y dramático) realiza
la caracterización del personaje con adjetivos explicativos y especificativos,
así como algunos verbos y adverbios con una gran carga emocional y afectiva,
teles como: “extraña”, “intensamente”, “artificial”, “desgarraba”,
“tristemente”, “cruelmente”, “aterrante”, “taciturno”, “pobremente
insignificantes”, etc. Todas estas palabras y expresiones describen a nuestro
vagabundo. Se plantea ya la anonimia del artista, del poeta, el no aprecio de
la gente hacia él, que encarna al creador. No importa conocer el nombre, puesto
que muchos grandes seres humanos, creadores, son presas de la anonimia.
Hay, por otra parte, ciertos verbos que dan la sensación de
esa lejanía que existe hacia el arte, tales como “divisaba” que denota cierta
distancia entre el narrador y el protagonista del cuento. Además, la
normalización de la tragedia humana se deja ver en la narración y en los
comentarios (“Así pues, el que un hombre se muera de hambre, es cosa que choca
por vulgar.”) de este extraño narrador, que parece más un personaje del propio
cuento. Se presenta al vagabundo como poeta sin nombre, poeta anónimo. Al
narrador no le interesa descubrir su nombre, aunque sí lo conoce, porque es una
forma de redundar en esta normalización de la tragedia humana a la que se
aludió más arriba.
Podemos ver también ciertas preguntas retóricas que lo único
que hacen es resaltar la soledad del artista, redundan en la falta de necesidad
de conocer el nombre y en la soledad del vagabundo conocedor del alma humana,
pero solitario y desamparado, invisible a los demás.
Respecto a la segunda parte, se presenta al arte en sí, a la
poesía, a la creación solitaria que sólo se la entiende si toma cuerpo o forma
de canciones, canciones ahogadas entre el trago y la noche urbana pusilánime. Son
poesías “huérfanas, pobres y desnudas.”. Se mantiene el hilo de la creación del
artista en forma de poesía, sin que se llegue a entender, esto se refleja en la
utilización de ciertos adjetivos como “ridículo” y “falsa”. Los poemas que
componía el vagabundo poeta o el poeta vagabundo son maltratados por la noche y
olvidadas. La obra artística es transformada en canción o “pasillos” para luego
es aniquilada por la ignorancia y por la civilización occidental que devastó la
cultura ancestral de los pueblos americanos, así lo leemos en: “…. Ahí está
estilizada la melancolía de esta noble ciudad abandonada entre los Andes. Ahí
palpita el dolor del indio, aplastado por la civilización de occidente.”. Esta sección presenta una pausa narrativa
cuando el narrador reflexiona sobre la ciudad abandonada en medio de los Andes
y del dolor del indio causado por Occidente.
Además, se retoma a nuestro protagonista, el poeta, y su
“trabajo” de escribir poemas para “venderlos” a las “juglares” de canciones
nocturnas. Cobra especial importancia la utilización de un complemento u objeto
directo llamativo: es “miseria”, pero, como todos sabemos, el complemento
directo cuando es una cosa no va introducido por la preposición “a” como en
este caso; esta preposición se utiliza cuando es una persona, así pues, la
miseria toma aquí rango de personaje abstracto, pero poderoso.
Se nos presenta en esta parte al poeta como hambriento y en
sus últimas horas, además de víctima del romanticismo. Se le caracteriza aquí
mediante imágenes ciertamente poéticas como “saco de mendigo”. Presa y víctima
de este romanticismo de “payaso de feria” devorado por la “versomanía
rutinaria” y azotado por “la mano leprosa de la realidad”.
Vuelve a aparecer el narrador dramático con sus acotaciones
y apartes en: “(Una acotación indiscreta: ¿Cómo satisfaría este pobre diablo
sus instintos sexuales?).”. Aparecen alusiones al arte ancestral, primitivo e
incluso a la mitología griega (Mito de Aracne), si tenemos en cuenta que el
narrador alude a las arañas como las maestras del poeta, recordemos que Aracne
era una experta tejedora, quien se enfrenta a la misma Atenea, sin tener en
cuenta que le iba a salir muy caro la afrenta y quien es condenada por el resto
de la eternidad a tejer. Eso mismo le pasa el poeta, es condenado a componer
arte para siempre. El artista poeta y vagabundo se deja consumir por ser poeta,
por vivir para ser poeta, por ser artista. La segunda sección de este cuento
coincide con el desarrollo del cuento, con el fragmento central de éste.
La tercera división de este cuento presenta un salto en el
tiempo narrativo ya que de repente, en un instante pasan bastantes años.
Además, nos topamos con que el narrador realiza un pequeño resumen de los
acontecimientos. Llama la atención cómo el vagabundo ha desaparecido, pero
excepto al narrador y al lector no le importa este hecho a nadie. Es en cierta
manera ignorado por todos, pero no importa, ya que ni siquiera tiene nombre. Este
es el punto climático del cuento y se nos presenta con cierta rapidez los
acontecimientos como la venta de los sándwiches y la propagación de éstos por
todas partes y degustados por todos; en este punto es importante resaltar la
voz pasiva utilizada: “Los sándwiches fueron introduciéndose en las casas, (…)”.
Además de los adjetivos “macabro” y “endemoniado” dan cuenta del terrorífico
acontecimiento.
Se descubre en este punto algo escalofriante: el robo de
cadáveres por parte del enterrador y una vez más se constata la normalización
de una tragedia humana: el poeta pasa desapercibido, no importa él, ni su obra,
ni su nombre, es ignorado. Retoma en este momento, como en todo el cuento el
tema central de este fabuloso relato surrealista, novedoso y esperpéntico. De hecho,
leemos en el cuento que un estudiante de medicina ríe ante esta tremenda
situación, como si nada pasara o causara risa.
La cuarta sección de este cuento corresponde al desenlace
que es brutal, sobrecogedor, angustiante y desgarrador. Aquí se desvela la
desaparición del poeta mediante la analepsis que introduce un acontecimiento
(el fileteo del cuerpo del poeta) anterior a la noticia de este hecho: éste
había sido la carne entre los dos panes de cada sándwich devorado con enorme
agrado por el pueblo ignorante. La oración lapidaria del cuento cierra el
relato dejando un amargo gusto: “¡Ya ve usted para lo que sirven los poetas!”. Finalmente, el artista es devorado por el
pueblo ignorante. La poesía sirve para matar al poeta y éste finalmente es
devorado por la gente.
Impresionante, un cuento sugestivo y muy atractivo desde la
primera línea. Hilado con maestría narrativa y en muchas ocasiones con prosa
poética. Sólo un maestro como H. Salvador Guerra puede crear personajes tan
raros y tan ignorados, personajes kafkianos. Las metáforas poderosas y
perfectamente creadas dan cuenta de la maestría de este cuento. El narrador es Yo-testigo,
a veces parece que es Yo-protagonista, otras, dramático: tenemos acotaciones,
soliloquios y apartes; Es magnífico el cuento, es de un realismo abierto
verdaderamente cruel. Es un verdadero puñetazo en la mesa de la realidad aplastante
y asfixiante, pero normalizada.
Este cuento me ha sorprendido gratamente, es novedoso desde
todos los puntos de vista. Es entretenido y genera una reflexión profunda. Salvador
Guerra juega a su antojo con el lector, quien se convierte en parte importante
del cuento, establece sin quererlo un diálogo en diferido con el narrador,
quien le lleva por donde quiere. Es sencillamente magistral.
Bibliografía
Jiménez Gaona, Á. D. (abril de 2017). Lectura y
Análisis de textos. Texto-guía. Loja: Ediloja Cía. Ltda.
Jiménez Gaona, Á. D.
(2017). Literatura Ecuatoriana II. Texto-guía (Segunda ed.). Loja,
Ecuador: Universidad Técnica Particular de Loja.
Lázaro Carreter, F.,
& Correa Calderón, E. (1983). Cómo se comenta un texto literario
(22 ed.). Madrid: Ediciones Cátedra, S.A. Madrid.
Salvador, H. (s.f.).
Sandwich. En Cuento de la generación de lo s30 (págs. 112-118).
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